La pregunta por el leninismo

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Ha pasado un siglo entero desde que Lenin expulsó su último aliento. En 1924, fue tal la afluencia de personas, desde todos los rincones de la Unión Soviética, para rendirle un último honor al fallecido, que las autoridades consideraron pertinente construir un mausoleo en el que se conservara por siempre su cuerpo momificado. Al frente de la revolución quedó, como se sabe, un grupo de hombres con poca capacidad para ponerse de acuerdo. Los herederos del poder soviético llenaron el mundo socialista de estatuas de Lenin, pero fueron sus errores los que le dieron forma al futuro. Llegó el día en que no bastaron las glorias y las medallas de guerra, los viajes al espacio y los descubrimientos científicos, para evitar que las multitudes derribaran esas mismas estatuas. Pareciera que han pasado mil años en lugar de cien.

Cabe preguntarse: ¿Qué significa Lenin hoy? A primera vista, su imagen fue incorporada al inventario de los íconos posmodernos. Se le puede encontrar en un graffiti, en un muro de alguna oscura ciudad del planeta. De manera menos sincera, le rinden culto algunas sectas políticas y círculos académicos de izquierda. Sin embargo, la principal supervivencia del leninismo se encuentra en la estructura de la realidad misma. Ha pasado a ser un dato al mismo tiempo olvidado y omnipresente de lo real, como si se tratara de un antiguo estrato de software, indispensable para el funcionamiento de las últimas capas del sistema operativo.

Lenin revolucionó el arte de la política, al trasladar a esta la perspectiva de la totalidad social. En un tiempo en que las aristocracias europeas consideraban todavía el sufragio universal como una especie de perturbación dentro de un mundo en el que cada cosa tenía su lugar, el líder bolchevique ya percibía procesos a una vez económicos, políticos, sociales y culturales. Seguramente encontró su modelo en algunos textos de Marx, como La guerra civil en Francia o El dieciocho de brumario de Luis Bonaparte. Pero Lenin fue mucho más lejos que nadie en la modernidad antes que él, en la aplicación del conocimiento científico-social para la transformación sistemática de la sociedad.

Nuestra época es, en cierto sentido, irremediablemente leninista, porque ningún pensamiento que aspire hoy a la efectividad se permite respetar los compartimentos estancos, o darle a la tradición un aura que la coloque más allá del alcance de la instrumentalidad. Revolucionarios, conservadores y fascistas se preocupan por pensar sus estrategias de un modo integral, teniendo en cuenta todas las dimensiones de la totalidad social. Lo mismo vale para las estrategias de mercado de las empresas transnacionales. Lenin enseñó que el poder es algo que debe ser arrebatado y conservado de un modo implacable, y esa enseñanza la siguen al pie de la letra los agentes globales que se disputan el poder, los cuales han añadido a su ambición y mezquindad una posición epistemológicamente despiadada.

Este aspecto del leninismo, si bien es cierto que de un modo desnaturalizado, ha pasado a ser patrimonio común. Es como si el revolucionario ruso, a pesar de ser un adalid del «bien», hubiese desbloqueado un nuevo estado mental, ahora irreversible. Pero justo por la universalidad de este aspecto, no nos interesa tanto. ¿Qué puede decirse del ejemplo de Lenin como tal, desde un punto de vista ético?

Una mirada atenta a la biografía de Lenin, en la que se condensa el paso del siglo XIX al XX, nos presenta a un líder curiosamente superior a la mayoría de quienes siguieron el camino abierto por él. Lo que lo diferencia y distingue es su incapacidad para el autoengaño, esa potencia crítica que, incluso a la vista de sobrehumanas victorias, no podía dejar de percibir el «inmenso muro de las opresiones» que seguía estando por delante.

El siglo XX, iniciado por la Revolución de Octubre, sería testigo de tantos caudillos superficiales, revolucionarios refugiados en mitos y torpes abstracciones, contentos con gobernar sus pequeños reinos liliputienses. Pero ese no fue el caso de Lenin, quien jamás dejó de escuchar, desde un plano de igualdad, la crítica de un compañero. Alguien que, pocos días antes de morir, era capaz de vislumbrar el abismo que se abría con los problemas estructurales de su propia creación, el estado soviético.

Esto vale para la persona del líder bolchevique, pero queda una pregunta en el aire. ¿Qué hay del sueño de Lenin? ¿Tiene sentido el comunismo?

El mundo en el que vivimos se ha construido y se construye sobre las ruinas del Muro de Berlín. El fascismo es un muñeco de paja circunstancial: subestimado y secretamente anhelado. En cambio, el comunismo es el verdadero cero absoluto de la política en Occidente. Una gran cantidad de energía se dilapida día y noche en sostener el convencimiento de esa parte de la humanidad de que ese camino conduce al fracaso.

Se trata de una tarea digna de Sísifo. Lo que motivó, en última instancia, el actuar de los bolcheviques, fue la confianza en la capacidad humana para reconstruir el mundo a partir de su imaginación radical. Creyeron en la capacidad de la acción humana, no como poder ciego, sino como instauración de un plexo de ideas, valores y promesas que redefinen el modo en que se habita el mundo.

Ciertamente, esta capacidad de la colectividad humana para unir o separar las partes de la realidad puede utilizarse con consecuencias desastrosas. Se trata de un poder potencialmente más destructivo que la energía nuclear. El mundo anglosajón, particularmente, se aterrorizó con el fantasma del totalitarismo. Pero lo que ellos, firmes defensores de la libertad y los derechos humanos, olvidaron, es que también ellos viven en el mundo que como colectividad construyeron. Fue una construcción lenta, hilvanada a lo largo de siglos, hasta el punto de que resulta invisible para quienes viven al interior de esa cultura. Sin embargo, el mundo anglosajón, luego también europeo y japonés, le niega al resto de la humanidad la posibilidad de alcanzar lo mismo que ellos disfrutan.

Claro, los bolcheviques fueron más lejos en su aspiración. La orgullosa libertad anglosajona, en el fondo, oculta la realidad de una cultura presa la mayor parte del tiempo de las garras de Morfeo. Han aceptado el modo de vida del capitalismo, un juego de difícil equilibrio, en el que se reserva al mercado el papel de motor dinámico, impulsado por una libido colonizada por el egoísmo y la ambición dineraria. Por encima de ese sustrato, se elevan los valores, ideas y decisiones, como epifenómenos, a medio camino entre la mentira y la utopía. En ese mundo, la libertad, la justicia, la verdad y la belleza, no logran sacudirse su naturaleza como ensoñaciones de la bestia satisfecha.

Los bolcheviques, en cambio, a pesar de su declarado materialismo, se guiaban por un axioma con el que cualquier anglosajón, en principio, estaría de acuerdo: entre la realidad corrupta y los valores, son los valores los que deben prevalecer. Para el materialista dialéctico, las ideas son la última y más acabada floración de la materia. Lenin y sus compañeros comprendieron que la capacidad humana para producir el mundo debía ser utilizada, por primera vez, de manera consciente y verdadera, pues era probablemente la única forma de que llegara a existir un mundo que realmente incluyera hasta el último ser humano del planeta. Se trata, ciertamente, de una aventura peligrosa. Pero con su negación, quizá estamos renunciando a la más poderosa de las capacidades humanas.

5 COMENTARIOS

  1. Lenin fue un vago, como todos los líderes comunistas,vivió muchos años del dinero de madre, mientras se hacían revueltas en Rusia, Lenin vivia sin trabajar en Inglaterra,Lenin no estuvo presente ni en golpe de estado contra los Mencheviques y Socialistas en Octubre del 17,eso sí,es responsable de la muerte de unos cinco millones de personas,a lo que se le llamó,el terror rojo,Lenin no es ejemplo de nada,Lenin fue un criminal como mismo lo fue Stalin,Mao o Pol Pot.

    • Según algunas teorías fue financiado por los Rothschilds que buscaban vengarse del zar por haberse opuesto este a la creación de un banco europeo en manos de los Rothschild, de ahí que se ordenara el asesinato de toda la familia Romanov.

  2. …..dice el articulista: “ Lenin enseñó que el poder es algo que debe ser arrebatado y conservado de un modo implacable, y esa enseñanza la siguen al pie de la letra los agentes globales que se disputan el poder, los cuales han añadido a su ambición y mezquindad una posición epistemológicamente despiadada.”…..?se referirá a nuestra situación?

  3. El autor comete una falacia común:

    Compara el capitalismo real con el comunismo ideal, cuando la comparación justa debe de hacerse entre el capitalismo real y el comunismo real.

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