Victoria cubana sobre Estados Unidos en baloncesto: ¿paso adelante o espejismo?

Cuba se presentó en suelo «enemigo» con ocho jugadores, dos de ellos fueron denegados al solicitar visado. Habría que revisar cuántos deportistas no pueden viajar con sus selecciones por un problema de esta índole

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Mentiría si dijera que me sorprendió la victoria de la selección cubana de baloncesto sobre Estados Unidos en el partido efectuado hace pocos días en La Habana, correspondiente a las ventanas mundialistas de dicho deporte. Es más, consciente de la línea tremendista del relato posterior al choque, que acaparó portadas y titulares de cuanto medio deportivo existe, casi suena a locura aseverar eso y sobre todo viniendo de un cubano: pero no, para qué nos vamos a engañar, si desde el encuentro de ida en Orlando se veía venir el cataclismo de la que es, en cualquiera de sus versiones, la mejor escuadra del mundo.

Obviamente, el éxito criollo en el Coliseo de la Ciudad Deportiva desprende un mejunje riquísimo de matices. Sin embargo, aunque el análisis obsequia decenas de opciones a los especialistas en la materia, el hecho per se tampoco puede verse de otra forma que no sea así, a rajatabla. El poderoso equipo de Estados Unidos cayó ante un rival de nivel bajo —perdonen la franqueza—, cuyo mayor propósito en este y en los venideros certámenes internacionales radica en encontrar la luz al final del túnel que le permita huir de la mediocridad.

Si se mira desde esa perspectiva, entonces, más que una sorpresa, la sonrisa cubana es una bomba atómica de las que poco se ven en el baloncesto últimamente. No obstante, así va la vida hoy: sucesos inesperados de diversa índole sacuden el mundo cada día para hacerlo menos predecible y aburrido. Y el deporte, que pudiera parecer la cuestión menos importante en medio de tantos embrollos humanos, termina siendo casi siempre radiografía fidedigna de la realidad.

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El poderoso equipo de Estados Unidos cayó ante un rival de nivel bajo / Foto: Yamil Lage, AFP

Dicho eso, la forma en que transcurrió el primero de los dos cotejos de la ventana permitió presagiar el desenlace del segundo capítulo en un Coliseo habanero con bríos novedosos. Allí, incluso, otra peculiaridad que dejó boquiabiertos a muchos fue el buen estado del tabloncillo, acorde con las exigencias internacionales, o la presencia de propagandas lumínicas para delimitar la cancha, algo inaudito en Cuba y más en tiempos de carestía y «pocas luces» por las constantes fallas eléctricas.

En territorio norteño, el director técnico guantanamero Osmel Planas apenas tuvo bajo su mando a siete hombres. ¡Siete hombres! Se dice fácil. Ir a Estados Unidos y verse frente a frente allí con un elenco nacional top siempre resulta un reto durísimo. Sea la selección B, C, H o Z. El talento americano en el deporte ráfaga los lleva a ser casi siempre superiores, pero prescindir además de algunas de sus piezas más sobresalientes ya constituye un tiro en el pie mortal para cualquier oponente.

Por eso Cuba, perdón por la franqueza, es un país sui generis en el mundo. Se presentó en suelo «enemigo» con ocho jugadores: Marcos Chacón y Pedro Bombino fueron denegados al solicitar visado. Habría que revisar cuántos deportistas no pueden viajar con sus selecciones por un problema de esta índole y si la Isla en venideros certámenes debería meditar y «cerrar sus puertas» también a los rivales más talentosos.

Yoanki Mencía también afrontó problemas con su pasaporte e igualmente debido a trámites Howard San- Roos solo podía llegar al cotejo en La Habana. Con ocho hombres apenas sería harto difícil hacer resistencia a todo un «Dream Team», sin sus flamantes estrellas de NBA, pero pletórico de talento y experiencia, al fin y al cabo. Y luego, el villaclareño Sergio Machado abandonó la concentración del equipo antes de jugar y dejó a los suyos con siete efectivos: la proporción de minutos en cancha sería muy superior y el desgaste físico, por ende, crecería de manera notable.

Por desgracia, para cualquier conjunto de la Isla presentarse en Estados Unidos representa un reto mayúsculo, pero también la certeza casi absoluta de que alguien decidirá quedarse en busca de otro futuro y la competición no será en igualdad de condiciones. Es el precio a pagar por las grietas económicas, políticas y sociales del país, granadas cuyas esquirlas chocan contra todos los muros y sectores y que también son el más fuerte motivo del debilitamiento progresivo de todo un sistema deportivo icónico en la región.

Presentarse en Estados Unidos representa un reto mayúsculo, pero también la certeza casi absoluta de que alguien decidirá quedarse.

Aun así, vayamos al grano: la regeneración del proceso en el basket cubano está marcada, desde hace unos cuantos años, por la posibilidad de muchos jugadores de salir y jugar en el exterior de manera legal. Ahí están los casos más sonados: Jasiel Rivero, líder indiscutible de la selección, brilló en España y hoy luce sus virtudes en Europa de la mano del Maccabi Tel Aviv, o Javier Juztiz, mole de 2,10 metros de altura a quien las lesiones lo machacaron al punto de sacarlo de las canchas, pero que en su momento fue pretendido por grandes clubes.

Sin embargo, la irrupción de jóvenes con talento en escenarios como Argentina, Uruguay e incluso Europa, quienes vistieron la franela criolla con más experiencia al regresar de sus clubes, no bastó para el crecimiento esperado. O peor aún: Cuba siguió estancada tras las huellas de Puerto Rico, República Dominicana, México y, por supuesto, Estados Unidos y Canadá.

Por eso ahora el matiz de la llegada de otros como Howard, Reynaldo García o Sigfredo Casero, contratados en el extranjero pero por cuenta propia, abrió un nuevo diapasón y elevó favorablemente la varilla, emulando disciplinas colectivas con pasos de avance similares, como el fútbol o el voleibol. Y quizás ese haya sido un buen punto de partida con el primer resultado positivo en esta ventana y la división de honores ante el múltiple campeón olímpico y mundial.

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Howard-Sant-Roos / Foto: PlayOffMagazine
Reynaldo-Garcia / Foto: PlayOffMagazine
Howard-Sant-Roos / Foto: PlayOffMagazine
Sigfredo Casero / Foto: allin1deportes
Howard-Sant-Roos / Foto: PlayOffMagazine

¿Que Estados Unidos asistió a la fecha con un equipo muy alternativo? Habría que ser ciego para no verlo o reconocerlo. Incluso, sin ser especialista en la materia o conocer a cabalidad las trayectorias de los jugadores que representaron al país norteño sobre la duela, fue suficiente con observar su desempeño para comprobar que, en efecto, no son los mejores que podían traer. Sin embargo, los hechos concretos y las estadísticas rara vez mienten.

Hacía más de 50 años que Cuba no vencía al vecino del norte en un partido de basket y en todas estas décadas ellos, los mejores por antonomasia en eso de encestar balones, los bloqueos y los dribblings, también habían decidido asistir a las «batallas» deportivas con sus versiones B, C, H o Z, o incluso con algunas que ni siquiera podrían incluirse en un presunto abecedario de niveles de talento. Porque como quiera que fuese, siempre les bastó para ganar con comodidad.

Hacía más de 50 años que Cuba no vencía al vecino del norte en un partido de basket.

Así que no debería reducirse el mérito de Osmel Planas y los suyos, ni la guía certera de un Jasiel cada vez más maduro, ni los 19 puntos y la elegancia insoslayable de Bombino (que juega en Argentina), ni la sorprendentemente buena efectividad desde la línea de tiros libres, un acápite que, por el pasado reciente, muestra una evolución en la cual no influye el oponente de turno. Ni el temple de un equipo que avanza junto con la rabia de querer ripostar a tantos años de fracasos. Con los de allá y los de aquí unidos.

Por supuesto, en noviembre, cuando enfrente se plante Bahamas, habrá que ver si se refrenda lo visto ahora y si por fin Cuba puede jugar como juegan todos los equipos del mundo: con 12 basketbolistas. Y también, si la apertura política mantiene la línea permisiva de aunar a la Torre de Babel en una Isla, la Isla que los parió a todos.

Siempre, de todas maneras, quedará un halo romántico de haber vencido a Estados Unidos, otrora «enemigo a muerte» y que hoy, por vaivenes de la vida y por el lodazal que atasca el camino propio de un país, ya nadie o casi nadie ve con la rivalidad de antaño. O al menos eso veo desde esta ventana.

2 COMENTARIOS

  1. Espejismo de consuelo. El nivel de nuestro deporte se ha desplomado con la crisis, el acoso de quienes desarrollan una intensa y despiadada política de descrédito hacia Cuba, la captación de talentos por el profesionalismo y el efecto sicologico que este maremágnum causa sobre los atletas, directivos y técnicos en general, sin olvidar las carencias materiales agudas que se viven en todos los estratos de nuestra sociedad.

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Eduardo Grenier Rodríguez
Eduardo Grenier Rodríguez
Graduado de Periodismo en la Universidad de La Habana (2020). Periodista

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