Espiral del silencio y polarización afectiva: aproximaciones al caso Cuba

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Cuando se habla de opinión pública, en el sentido de la autora alemana Elisabeth Noelle-Neumann, se entiende como una fuerza de control social que presiona a las personas hacia la conformidad. En este proceso, los medios de comunicación, como estructuradores del modo de ver el mundo, legitimadores de conductas y de climas de opinión, constituyen un factor clave.

En la sociedad contemporánea, el auge de Internet y las redes sociales condiciona las opiniones de los usuarios sobre temas de cualquier índole, es notable cómo si una persona expresa una opinión contradictoria con respecto a la «consensuada», corre el riesgo de ser rechazado, y por tanto, los restantes usuarios o bien se abstienen de emitir una opinión o se unen a la de la mayoría.

Aunque los estudios científicos sobre espiral del silencio y polarización afectiva en el caso cubano son pocos, dispersos y mayoritariamente sesgados, los indicios evidencian que es un fenómeno presente tanto entre quienes residen en la Isla como fuera de ella. De ahí que los párrafos siguientes buscan exponer sus fundamentos, cómo se expresa y cómo hacerle frente.

Una mirada panorámica a los postulados de la espiral del silencio

Los estudios sobre opinión pública realizados por la investigadora alemana Elisabeth Noelle-Neumann concluyeron que los individuos, cuando se perciben como minorías, tienden a ocultar sus opiniones en el escenario público por miedo a ser aislados socialmente. Así surgió una de las teorías más influyentes en los estudios de comunicación política de las últimas décadas, denominada espiral del silencio.

De acuerdo con sus postulados, las personas temen ser aisladas en la esfera social por manifestar opiniones contrarias a las que presuntamente han asumido las mayorías, a partir de la percepción del clima de opinión derivado de la vigilancia del entorno. Es en correspondencia con lo anterior, que se origina un fenómeno en espiral silenciosa, transversalizado por la voluntad de expresar las opiniones y conductas en público.

Cuando una persona se auto percibe como minoría, es propensa a autocensurar su opinión o conducta en presencia de otros individuos, principalmente si son desconocidos. Por otro lado, quienes se auto perciben como mayoría, expresan su opinión en presencia de otros, sean conocidos o no.

La espiral del silencio indica que las opiniones minoritarias tienden a desaparecer en la esfera de lo público, en detrimento de las mayoritarias, pues la presión a la que se ven sometidas esas personas las conduce al miedo al aislamiento. Noelle-Neumann indica que esta «es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio», pues las personas se motivan por los sentidos de pertenencia a los grupos sociales y la necesidad de ser tolerados por los demás. Ello conduce a que los individuos identifiquen cómo minimizar las inseguridades que genera tener una opinión que no coincida con la de la mayoría, a través de la identificación del clima de opinión.

Espiral del silencio
Imagen: Ovidiocortazar

Como sostiene el investigador español Felipe Alonso, «en función de la percepción del clima de opinión, es decir, a partir de la percepción de la distribución de las corrientes mayoritarias y minoritarias de la opinión pública respecto a temas con alta carga emocional, el individuo elige expresar en público su propia opinión y mantener su propia conducta o permanecer en silencio».

Sin embargo, la teoría también reconoce la existencia de dos grupos:

  • Las vanguardias: héroes de la opinión pública, porque son capaces de cambiarla.
  • Los núcleos duros (hardcores): ocultan sus opiniones al encontrarse con una mayoría distinta a las suyas.

La autora alemana establece que el segundo grupo «se puede encapsular como una secta y orientarse hacia el pasado o hacia el futuro más lejano», por lo que la diferencia entre uno y otro reside en la voluntad de hacer uso de la libertad de expresión.

El miedo al aislamiento también genera temor a ser sancionado socialmente, condenado al ostracismo y a correr el riesgo de ser despreciado y rechazado por sus semejantes. Se trata de un estado al que constantemente los seres humanos se exponen —de acuerdo con la teoría de la espiral del silencio—, lo que les otorga la habilidad para detectar las tendencias futuras de las opiniones que podrían surgir en el organismo social, y cuáles de ellas podrían imponerse como dominantes.

Espiral del silencio y polarización afectiva: posibles interrelaciones

En tiempos recientes, los estudios en el campo de la política apuntan a un marcado interés por estudiar el fenómeno de la polarización afectiva. La polarización no es un término nuevo, pues una sociedad tiende a ella cuando los individuos —organizados o no en partidos políticos— se sitúan en los extremos ideológicos más comunes: izquierda-derecha.

Los investigadores españoles José Miguel Rojo e Ismael Crespo, apuntan que el interés por estudiar la polarización afectiva inició una vez que el ex presidente estadounidense Donald Trump resultó electo para desempeñar su cargo en 2016. Este tipo de polarización no renuncia a su carácter político, más bien «se caracteriza por una creciente animadversión personal entre partidarios de diferentes opciones políticas». Es decir, se establecen distintos niveles de afecto hacia los grupos políticos, resumidos en el binomio agrado/desagrado.

Polarización afectiva
Imagen: El Pais

Quienes han profundizado en el estudio del concepto, indican que sobre la base de identidades partidistas cruzadas, se evalúa negativamente a quienes abrazan una ideología contraria, considerándolos integrantes de grupos sociales externos; mientras los que coinciden con su modo de pensar se asumen como miembros con los que se establecen patrones de identificación.

Es la investigadora Liliana Mason quien expone los tres elementos constituyentes de la polarización afectiva:

1) el prejuicio mutuo de los partidarios, como consecuencia de una identidad social que crea grupos en competición;

2) la predisposición al activismo político y a la defensa de las propias posiciones entre quienes más se identifican con un grupo;

3) la reactividad emocional presente en los individuos fuertemente identificados, tanto en forma de respuesta iracunda ante posibles derrotas como entusiasmada ante las victorias de quienes forman parte de su grupo interno.

De esta manera, los niveles de hostilidad de los miembros de un grupo hacia otro se concretan en las reacciones emocionales en contextos no siempre políticos: las actitudes discriminatorias hacia miembros de la familia, trabajadores o aspirantes a puestos de trabajo que simpatizan con grupos políticos contrarios, la búsqueda de pareja que pertenezca al mismo signo político o la necesidad de contender con personas apegadas a la opción política contraria.

En estos casos, José Miguel Rojo e Ismael Crespo advierten que «se comienzan a vislumbrar modelos de división social pro-homofilia que tienen su origen más relevante en la identidad política y ya no en las habituales líneas fronterizas étnico-culturales», por lo que la polarización afectiva adquiere un carácter interpersonal mediado por los niveles de aceptación y rechazo (agrado/desagrado) hacia las opciones presentes en el escenario político.

En el plano de las relaciones interpersonales la polarización afectiva puede provocar sentimientos de miedo al aislamiento en personas que pertenecen o han mostrado afecto explícitamente hacia el grupo político marginado, por lo cual, aunque estén en desacuerdo con determinadas posturas del grupo dominante, optan por el silencio como garantía de seguir perteneciendo a ese signo y ser aceptados o tolerados.

Breve análisis del fenómeno en Cuba

En el contexto nacional, las muestras de espiral del silencio y polarización afectiva tal vez se han vuelto más notorias en los últimos tiempos, en los que el escenario político interno ha estado cada vez más marcado por la existencia del binomio gobierno/oposición. Esta realidad provoca que los sectores de la sociedad cubana apoyen a uno u otro, incidiendo en bajos niveles de tolerancia y exacerbada afectividad negativa hacia los grupos contrarios.

Precisamente, la pertenencia a un grupo político y la discriminación hacia quien no se identifique con él, marcan la pauta en la sociedad cubana actual para generar conflictos y rivalidades, que se vislumbran con mayor énfasis en el escenario digital, por ser espacios donde se generan opiniones que enfatizan o no los niveles de cercanía afectiva hacia las políticas, las tomas de decisiones, las expresiones y los modos de pensar con relación a la Isla.

Al respecto, persisten en algunos sectores vinculados al gobierno o la oposición expresiones directas o indirectas del miedo social a expresar públicamente criterios que pudieran denotar preferencias o simpatías de índole política hacia el grupo contrario. Ello se evidencia en el escaso reconocimiento a los aciertos del otro o propuestas que pudieran resultar interesantes para la construcción plural de la nación.

Sucede tanto dentro como fuera de la Isla. El grupo dominante —entiéndase hegemónico— censura las opiniones que no son bien acogidas por considerarlas contrarias a sus políticas o ideologías, por lo que los sectores afiliados a ellos se autocoaccionan a guardar silencio, aún a sabiendas de que sus ideas pudieran ser tomadas en cuenta si se abren al debate, pero les limita el temor al aislamiento social.

Es así como los contextos sociales, laborales y escolares tienen marcada influencia en términos de ejercicio de la opinión. Las personas se limitan de expresar ideas que puedan ser contrarias a la que propugna el poder hegemónico para no ser señalados como simpatizantes de uno u otro bando político y conservar de ese modo su estabilidad social.

Esta práctica se vuelve más naturalizada tanto en Cuba como en el sur de la Florida cuando se hace noticia que personas públicas han perdido oportunidades de empleo luego de expresar una opinión política que molestó al grupo hegemónico.

Cancelaciones
Ejemplos de cancelaciones a cubanos por opiniones políticas en Cuba y La Florida

Aunque en Cuba no suelen hacerse públicos estudios de opinión para intentar medir los niveles de afección/desafección con relación al gobierno o la oposición, la presencia de cuentas a nombre de miembros de uno u otro bloque político en las redes sociales, y las consecuentes reacciones o comentarios que generan sus publicaciones, constituyen indicadores —si bien de muy poca fiabilidad aún— para identificar indicios de polarización afectiva.

El notorio boom de los llamados influencers de la oposición —con un marcado auge durante la administración de Donald Trump—, que construyen discursos vinculados a una u otra ideología política, evidencian la polarización afectiva por los niveles de agrado o desagrado que son capaces de generar sus publicaciones. Un ejemplo es el expresentador, influencer y candidato a alcalde de Miami- Dade Alexander Otaola, con más de 252 000 seguidores en la red social Instagram y 490 000 en Facebook, quien genera publicaciones polémicas que suelen ser comentadas por cientos de usuarios que en unos casos ratifican su postura de agrado hacia el activista de origen cubano y en otros rechazan o refutan sus opiniones.

Si bien la figura ha sido ampliamente criticada, incluso por miembros de la oposición, por su estrategia centrada en el descrédito de sus adversarios a partir de elementos como su vida sexual, la forma de sus cuerpos, informaciones no verificadas o de índole personal, la mayoría de sus seguidores no se cuestionan las falencias éticas de sus programas, pues priorizan el afecto ante la figura y las ideas que defiende por encima de cualquier argumento racional.   

Asimismo, la polarización afectiva puede evidenciarse en momentos repentinos, cuando figuras públicas de la cultura o el deporte, por desacuerdos con políticas gubernamentales, emplean el espacio de las redes sociales para exponer criterios sobre determinadas cuestiones de la agenda pública nacional.

Por otro lado, es más creciente la tendencia de atacar a figuras públicas que ostentan cargos gubernamentales por medio de caricaturas o imitaciones buscando ridiculizarlas a través del humor. Como estrategia discursiva, en estos casos el humor es un vehículo para promover interacciones que dan cuenta de los patrones de aceptación o rechazo que puede tener un individuo en la sociedad.

La reciente comparecencia del presidente cubano Miguel Díaz-Canel en televisión nacional fue empleada por influencers y grupos de la oposición para desacreditarlo a través de la creación de memes humorísticos. En casos como este, muchas reacciones emocionales de los individuos de la oposición se orientan a fortalecer el tratamiento despectivo que se les confiere a estas figuras. En tanto, el gobierno reforzó una estrategia comunicacional encaminada a mostrar la relación de empatía del presidente cubano con el pueblo.

Por parte del gobierno, resulta evidente cómo a nivel discursivo son expuestos los grupos que no se identifican con la postura del Estado, a través de las cuentas en redes sociales vinculadas al poder político o los medios de comunicación, considerándolos más como enemigos irreconciliables que como adversarios con los que pudiera entablarse un diálogo basado en la discrepancia respetuosa.  

Un ejemplo de esta estrategia está en el canal de youtube Cuba no es Miami con más de 24 800 subscriptores. El espacio dedicado a desacreditar principalmente a figuras y medios de la oposición, utiliza un lenguaje popular que en determinados momentos roza con lo grosero, asimismo se vale de géneros musicales como el reparto que son del agrado de una buena parte de los jóvenes cubanos para ganar audiencias entre esta franja generacional. No hay una figura pública detrás del canal, pero sus videos han sido compartidos por cuentas vinculadas a instituciones del Estado.

En su táctica discursiva utiliza elementos activadores de prejuicios arraigados en parte de la ciudadanía como pueden ser el machismo. Un ejemplo de ello fue el video realizado a raíz de la polémica por el presunto golpe que le diera el campeón mundial Mijaín López a un activista opositor. La mayor parte del material se centra en ridiculizar al golpeado insinuando que no tenía la suficiente fuerza física o «valor» para enfrentarse al atleta, lo cual naturaliza que la violencia es una forma legítima para resolver los problemas, sobre todo entre las personas del género masculino.

Los seguidores de este, como sucede con los de Alexander Otaola, casi nunca se cuestionan la violencia velada que promueve esta línea de mensajes, que entra, incluso, en contradicción con varios de los postulados que enarbola el Estado cubano en su propia constitución o principios democráticos básicos de respeto al otro. Se limitan a secundar lo expuesto y amplificarlo.

Ambos grupos políticos buscan la profundización de los niveles de animadversión y desconfianza de los individuos que les son afines, con respecto a los que son considerados rivales, y por tanto, esa antipatía y desafección se genera, a su vez, hacia los individuos que, a pesar de no mostrar explícitamente afiliación hacia algún grupo político, simpatizan con alguno de ellos y, por temor al aislamiento social o a recibir algún tipo de sanción en el espacio público, perciben el clima de opinión imperante antes de comentar o reaccionar, o evitan hacerlo.

***

Ante el interés creciente que despierta el tema debido a la arena política diversa y en constante cambio en el espacio internacional, cabría reflexionar brevemente en cómo hacer frente al tema de marras en el contexto cubano. Si se trata de trabajar por el bien común el primer incentivo sería valorar el pluralismo de ideas en la sociedad, considerando que es necesaria la diversidad de opiniones para fomentar debates constructivos para evitar el deterioro de la democracia.

La violencia política o coacción social que han identificado las teorías sobre la espiral del silencio y la polarización afectiva son caldo de cultivo para la proliferación de posturas políticas extremas, al erosionar la voluntad de los individuos de identificarse con puntos de vistas políticos diversos o expresar opiniones que, si son dichas por el bien común, difícilmente hagan peligrar la nación.

 

 

1 COMENTARIO

  1. Quizás la imagen más despreciable de Alex Otalola se produjo cuando este personaje entrego al entonces presidente Donald Trump un listado de los artistas cubanos que deberían ser penalizados y prohibidos de actuar en Estados Unidos por tener opiniones cercanas al gobierno cubano. Una postura abyecta y nada acorde con los postulados democráticos que se defienden, y que yo he defendido en el pasado, de prohibir, censurar y vetar a quien no comulga con mis ideas. Algo de esto ocurrió en Cuba en décadas pasadas, cuando se eliminaban de la radio cantantes como Rafael o Julio Iglesias, tal vez por haber tenido un pronunciamiento desacorde con el sistema ideológico vigente en la Isla. Para el caso de Otaola este episodio apenas trascendió y quedo en la anécdota. Por otro lado el pasado disidente de este personaje no se logra discernir por ningun lado. Tampoco se hace esfuerzo por ponerlo en blanco y negro, sea para ratificarlo o dementirlo, o en cubano: descaretarle como merece el oportunista.

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