Infoxicación y extremismo, relaciones y puntos de ruptura

La infoxicación y la desinformación no solo alimentan el extremismo y la radicalización, sino que contribuyen a lacerar la convivencia democrática y ciudadana.

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Desde hace un tiempo, los especialistas en salud mental han alertado sobre la prevalencia de un problema sanitario que provoca episodios de estrés y agobio ante la sobreabundancia de información. Se genera principalmente en espacios digitales y mediante la interacción con redes sociales, plataformas mediáticas y servicios de mensajería instantánea.

Este problema se conoce como infoxicación, término formado de la unión entre información e intoxicación, para ilustrar la sobrecarga de información —en muchos casos polarizada y con un marcado corte alarmista— a la que se exponen algunos usuarios y la consecuente incapacidad para gestionarla. Por ese motivo ha devenido un concepto clave en la sociedad contemporánea. No solo causa angustia y frustración, sino que puede también afectar el rendimiento intelectual y emocional de una persona.

Atendiendo a lo anterior, este artículo busca establecer los puntos de contacto y divergencia entre esta y el extremismo, y ofrece pautas estratégicas para evitar la infoxicación extremista.

Infoxicación, desinformación, burbujas informativas y cámaras de eco

En los tiempos que corren, pareciera que estar informado constantemente resulta una necesidad individual. El acceso masivo a internet en la mayoría de las sociedades occidentales ha resuelto el acceso a los datos y una mayor diversidad de emisores de información. La democratización de la información que se desprende de este suceso implica que las audiencias construyen una imagen de la realidad social a partir de los contenidos con los cuales interactúan.

En paralelo, las alternativas y herramientas que proponen las nuevas tecnologías de la comunicación y la información «nos han hecho más vulnerables frente a la mentira», como destaca el investigador español Manuel Torres Soriano.

La sobrecarga de contenidos informativos generados por personas, empresas u organizaciones, no necesariamente verificados o con apego a la realidad, vendría siendo el efecto adverso de esta democratización.

Sobrecarga de contenidos informativos generados por personas, empresas u organizaciones, no necesariamente verificados o con apego a la realidad.

A ese nivel de empoderamiento de la tecnología digital que facilita la producción y el intercambio de contenido noticioso, se unen situaciones de estrés debido a la urgencia que impone la cotidianidad de buscar información y compartirla de forma compulsiva en nuestros espacios de socialización.

Sin un enfoque crítico o herramientas para la selección de las fuentes, el consumo rápido y superficial de noticias puede conducir a escasa profundización en las lecturas y a que se debilite la capacidad argumentativa de una persona para exponer puntos de vista. A esto se le suman los constantes estímulos a buscar, consumir y compartir noticias sobre un determinado tema que está siendo comentado por la opinión pública, más allá de su calidad o fiabilidad.

Resulta entonces común que la constante exposición a bombardeos informativos sobre temas no necesariamente relacionados entre sí provoque infoxicación. De este modo, los usuarios se vuelven cada vez más dependientes de la búsqueda rápida y superficial de información, por lo que son mayores los riesgos de exponerse cada vez más a noticias falsas (fake news) o noticias basura (junk news). Las primeras parten de un planteamiento falso de la realidad, generalmente con recursos comunicacionales que hacen atractivo, llamativo o hasta creíble el relato, e incitan a reproducirlo; de acuerdo a Inès Dinant y Óscar Espiritusanto «con el tiempo este término se convierte en una táctica política para criticar la información periodística con la que no se está de acuerdo». Las segundas, aluden a relatos sobre hechos de la realidad sacados de contexto o sobredimensionados como una propaganda extrema que tiende a reducir las posibilidades de reflexión y a sobresaturar el debate.

infoxicación
Foto: UNAM

Con la manipulación como aspecto inherente al falseamiento, la inexactitud o el contenido sensible del mensaje como denominador común, la consecuencia más notoria en esos casos es la desinformación. Esta imposibilita un pleno y genuino acceso al conocimiento de la realidad social y sus múltiples aristas, lo cual atenta contra la generación de una opinión pública verdaderamente informado, y por tanto, limita las capacidades de diálogo de las personas, la profundización para el pensamiento analítico, y si se trata de política, la salud de entornos democráticos y la cultura cívica para el debate.

No debe desestimarse que en algunos casos la desinformación está dada por los enfoques de titulares hacia el sensacionalismo y de exclusión de datos, sucesos o puntos de vista en el cuerpo de la noticia, como rutinas propias en la generación de contenidos periodísticos, aún en medios de comunicación que han alcanzado cierta notoriedad y prestigio en la sociedad.

La infoxicación, por tanto, se puede evidenciar tanto en comportamientos individuales o colectivos de sujetos o comunidades al consumo compulsivo y acrítico de información, como en la intención de determinados medios, influencers u organizaciones de socializar contenidos encaminados a este fin. Si bien en algunos casos este proceso ocurre de forma espontánea, en muchos otros es fomentado de forma estratégica por determinados partidos, figuras o movimientos cuyo interés es radicalizar o generar terror en la ciudadanía para condicionar su actuar o ideología política.

Estudios recientes apuntan que las personas tienden a usar sus redes sociales a partir de relaciones de afinidad hacia ciertos temas o enfoque. Al respecto, el activista en tecnología Eli Pariser acuñó el término «filtro burbuja» o «burbuja informativa» que sugiere cómo los motores de búsqueda y las redes sociales, unidos a los algoritmos de personalización y recomendación, son los responsables de la polarización ideológica y social de las sociedades contemporáneas. De ahí que las «burbujas informativas» constituyan «máquinas de predicción cuyo objetivo es crear y perfeccionar constantemente una teoría acerca de quién eres, lo que harás y lo que desearás a continuación», como explican Inès Dinant y Óscar Espiritusanto, dando lugar a la creación de universos informativos personalizados.

El término «filtro burbuja» sugiere que los motores de búsqueda y las redes sociales, unidos a los algoritmos de personalización y recomendación, polarizan la sociedad contemporánea.

Por otro lado, los usuarios también tienden a crear sus propias «burbujas informativas» al seguir determinadas cuentas o unirse a ciertos grupos. Al respecto, la investigadora portuguesa Patricia Dias destaca que se trata de una «socialidad selectiva» que refuerza el sentimiento de pertenencia a grupos con actitudes y opiniones similares, conducentes a cierta fragmentación social y generadores de las llamadas «cámaras de eco» por medio de la polarización, al compartir criterios comunes sobre acontecimientos que apoyan determinados filtros ideológicos.

Cuba: infoxicación y extremismos

La existencia en Cuba de medios pertenecientes al gobierno y otros de carácter independiente, así como las cuentas o perfiles en las redes sociales asociados estrechamente al gobierno y otras vinculadas a figuras o grupos de la oposición, tiende a crear «cámaras de eco» generadoras de información y opiniones que hacen mover a los individuos a extremos opuestos, y empujarlos a asumir posturas y conductas extremistas en el plano ideológico.

Los acontecimientos que tienen lugar en el escenario político cubano, tanto dentro como fuera de la Isla refuerzan este comportamiento, a nivel mediático y en las redes sociales digitales. Como consecuencia, los usuarios de una u otra tendencia se radicalizan a favor de uno de los extremos que conforman ese panorama, reduciendo así su capacidad de diálogo con otros actores de la sociedad civil y tildando de «ignorantes», «ciegos» o «ingenuos» a todos aquellos que no compartan sus fuentes de información.

En el escenario político más reciente de la Isla, han tenido lugar acontecimientos que han marcado la pauta informativa de los medios gubernamentales y de la oposición, generando grandes volúmenes de productos comunicativos. La crisis del combustible de septiembre de 2019 —recordada como «La Coyuntura» en el imaginario popular—, la gestión del gobierno cubano a la pandemia de la Covid-19, el acuartelamiento de algunos miembros del Movimiento San Isidro (MSI), la sentada del 27 de noviembre de 2020 en las afueras del Ministerio de Cultura exigiendo libertad de expresión y en rechazo a la detención de integrantes del MSI, las protestas del 11 de julio de 2021, el enjuiciamiento de muchos de sus protagonistas, la oleada migratoria y otros sucesos de trascendencia política y económica, contribuyeron a la radicalización de comunidades políticas tanto dentro como fuera de la Isla.

En el escenario político más reciente de la Isla, han tenido lugar acontecimientos que han marcado la pauta informativa de los medios gubernamentales y de la oposición.

Recientemente, han sucedido acontecimientos de relevancia que han promovido debates con relación al escenario sociopolítico de Cuba, como el anuncio de las medidas de reajuste económico por el gobierno a fines de diciembre de 2023, la decisión de aplazar su implementación ante los efectos de un presunto incidente de ciberseguridad y la posterior liberación de tres ministros cubanos, entre ellos el de Economía y Planificación, Alejandro Gil, quien además se desempeñaba como viceprimer ministro.

Estos sucesos anunciados en un inicio por los medios gubernamentales, hallaron eco en las redes sociales digitales, principalmente en perfiles del gobierno cubano y la oposición. Fue notorio cómo desde el punto de vista discursivo, el primero argumentó en los dos primeros acontecimientos los motivos que condujeron a la toma de las decisiones, siempre apoyándose en figuras del gobierno para transmitir la información. En cambio, la liberación de los ministros y promoción de otros, fue anunciada por los canales oficiales a través de una nota informativa emitida por el Consejo de Estado.

Por su parte, el discurso opositor se centró en calificar de «paquetazo económico» las acciones que emprendería el gobierno cubano, insistir en su incapacidad para ejecutarlas una vez que se anunció su aplazamiento y la falta de carácter del exministro de Economía para buscar soluciones certeras a la crisis de la Isla.

Además de textos periodísticos publicados por medios independientes, programas en los canales de Youtube de activistas de la oposición y espacios de análisis de canales televisivos que se producen desde el sur de la Florida, los incidentes se reforzaron con la elaboración y distribución de memes a través de Facebook y los servicios de mensajería instantánea como WhatsApp.

Medios digitales y redes sociales
Imagen: ARIAL Comunicaciones

Asimismo, contrasta la proliferación de titulares con cierto grado de sensacionalismo por parte de los medios internacionales o de la oposición para realzar el daño de las medidas o el nivel de la crisis económica que dio al traste con la continuidad en su cargo del ministro de Economía.

Por su parte, los medios estatales cubanos evadieron cualquier enfoque crítico hacia las posibles deformaciones y riesgos que podrían traer las disposiciones anunciadas. Prevaleció el enfoque triunfalista o meramente informativo. Algo muy parecido ocurrió en las cuentas en redes sociales afiliadas al gobierno cubano.

De ese modo, la inmensa mayoría de los contenidos que se generaron y distribuyeron en torno a esos asuntos de interés público tuvieron como escenario principal a las redes sociales digitales, donde proliferaron los mensajes orientados a reforzar las matrices de opinión de una u otra tendencia ideológica, lo cual ha contribuido a opiniones cada vez más polarizadas en relación con el destino del país a corto plazo.

La mayoría de los contenidos de interés público tuvieron como escenario principal a las redes sociales digitales.

No abundaron los análisis que pusieran en una balanza los pros y los contras de las medidas e impulsaran una reflexión crítica sobre cuáles son necesarias y cuáles no, cómo podrían perfeccionarse y qué necesitan para ser efectivas.

Al ser un tema sensible y de alto interés para la ciudadanía, el consumo de esta información sesgada, lejos de fortalecer herramientas para el control popular o la crítica ciudadana, refuerzan las posturas polarizadas de quienes apoyan las disposiciones porque vienen del gobierno cubano y quienes las rechazan por el mismo motivo.

***

La infoxicación y la desinformación no solo alimentan el extremismo y la radicalización, sino que contribuyen a lacerar la convivencia democrática y ciudadana. Ante la libertad de comunicar pensamientos e ideas que coexisten en el mundo contemporáneo, contrarrestar semejante realidad puede resultar difícil. Sin embargo, los usuarios pueden poner en práctica ciertas estrategias para evitar caer en la infoxicación y ganar en cierto grado de objetividad y lucidez al opinar y argumentar sobre determinado acontecimiento:

  1. Evitar los titulares de noticias que reproduzcan un discurso de odio o sean ofensivos hacia terceros, así como los sensacionalistas, pues tributan escasamente a interpretaciones adecuadas sobre los acontecimientos. A veces es preferible enterarse más tarde a informarse mal.
  2. Revisar la fuente de la publicación y trata de conocer su política editorial, así como los puntos de contacto y ruptura, y las relaciones o conflictos que pudiera tener, con grupos que asumen conductas extremistas y radicales.
  3. Verificar siempre las informaciones. Para ello se puede ir a las fuentes primarias sobre las que se basa la información que se está consumiendo cuando sea posible —por ejemplo, si se habla de una ley, buscar la publicación oficial—. También se pueden contrastar los relatos leyendo medios de diversas tendencias políticas. Ello ayuda a tener varias visiones y datos sobre un mismo tema para ganar en precisión y análisis más complejos.
  4. Optimizar el tiempo que se dedica a consumir contenido noticioso sobre un determinado tema. Privilegiar calidad a cantidad descartando aquellas publicaciones y medios que no cumplan con estándares mínimos de fiabilidad. También establecer horarios para realizar otras actividades de socialización y esparcimiento.
  5. Analizar si lo que se lee es una noticia valiosa o un contenido tendencioso para influir negativamente en una opinión o comportamiento. Para ello se puede identificar si el hecho es novedoso, impactante, prevalece el interés humano, es cercano geográficamente, entre otros valores que lo conviertan en relevante.
  6. Utilizar las propias herramientas de las redes sociales —dejar de seguir, no mostrar publicaciones de este tipo, bloquear— para limitar la exposición a contenido manipulador, tendencioso o violento.
  7. Identificar los sentimientos que te provoca un determinado contenido o temática. No reaccionar bajo la ira o la indignación. Si se cree importante plasmar un criterio sobre un acontecimiento en las plataformas digitales, esperar a tener la mayor y mejor cantidad de información posible, perfilar los argumentos, y luego expresarse con respeto.

Vencer la sobresaturación informativa que da paso a la infoxicación estará siempre en correspondencia con el desarrollo de las competencias mediáticas y digitales que las personas desarrollen, de ahí la necesidad de poner en práctica instrumentos para estar mejor y equilibradamente informados. De esta manera se evita el refuerzo de los discursos de odio o de censuras, inadmisibles en un espacio democrático. Contrarrestar la infoxicación también contribuye a la formación de un pensamiento cada vez más crítico, capaz de enfrentar manipulaciones de índole informativa que contribuyan a la generación de consensos y conductas cada vez menos extremistas en la sociedad cubana.

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