Clarias, odiadores, ¿periodismo?

Dilemas de la prensa estatal e independiente cubana

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«Déjate encontrar el modo/ desde el sol de tu ventana/ vístete de abrazos y de fe. /El amor y la cordura, /el sonido de la gente, /agitada y sonriente como tú…». Así me despertaba cada mañana, con la voz de Santi Feliú en la radio, que abría el programa de noticias matutinas de la emisora santaclareña CMHW. En mi infancia aprendí la importancia de estar informada y ese simple gesto me hizo periodista.

En el día de la prensa cubana, no puedo dejar de pensar en los maestros que me formaron y que me enseñaron, en muchos casos, qué tipo de periodista quería ser y en cuál no podía convertirme, bajo ningún concepto.

He sido igual de periodista en medios estatales e independientes. He sufrido censura en ambos. He visto malas praxis, malos tratos, enfoques terribles, dependencia del que paga u orienta desde arriba. Aunque las dos caras de la prensa intenten separarse en discurso constantemente, a fin de cuentas, se cuecen en el mismo caldero insular.

La «clarias» 

Tras el triunfo de la revolución en 1959 existían unos 15 diarios de alcance nacional, una decena provincial o local, seis emisoras de radio nacional y 146 locales, cinco canales de televisión en la capital y uno local en la ciudad de Camagüey. Se producían también tres noticiarios de cine y se editaban más de cuatrocientas publicaciones.

En este contexto, según el comunicólogo cubano Salvador Salazar Navarro, se organiza un sistema de comunicación que articula la construcción de «un nuevo consenso revolucionario y que se legitimará en espacios hasta ese momento preteridos en el campo de la comunicación política, como es el caso de la plaza pública y la cartelística».

El autor antes mencionado destaca que en los inicios de la Revolución ese entorno mediático acoge un proceso de apertura y diálogo que se caracteriza por la pluralidad. No obstante, tras la adopción del modelo de comunicación leninista soviético, la prensa es «vista como propagandista colectivo, agitador colectivo y organizador colectivo», y por tanto, «se fue configurando un sistema comunicativo caracterizado por la verticalidad y la unidireccionalidad de los flujos informativos, por una atrofia de la cultura del debate».

Se fue configurando un sistema comunicativo caracterizado por la verticalidad y la unidireccionalidad de los flujos informativos, por una atrofia de la cultura del debate

Salvador Salazar Navarro

Por otro lado, el investigador cubano Julio García Luis, explica que la reestructuración de la prensa diaria a partir de 1965 no significa un periodismo mejor. Según él, en ese entonces los medios asumen una postura de disciplina y se amoldan a las exigencias del Partido Comunista de Cuba (PCC). «La adopción de un sistema de control centralizado sobre la prensa se adelantó un lustro al golpe de timón político que siguió al fracaso de la zafra de 1970, 15 y una década a las desafortunadas políticas miméticas adoptadas en la economía y algunos otros aspectos por el Primer Congreso del Partido en 1975», puntualiza.

Dentro de los rasgos de estas nuevas rutinas productivas de los medios, García Luis señala la mediación de los funcionarios, la disminución de la autonomía de los directores, el «síndrome del silencio», entre otros factores que configuran a la prensa cubana como apologética e instrumentalizable a inicios de los años setenta.

Por demás, en 1975, entre las Tesis y Resoluciones en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba se asumen elementos de la teoría de prensa soviética sitúan a los medios de manera explícita como «instrumentos de la lucha ideológica y política»; que deben actuar «en interés de las transformaciones revolucionarias, como órganos del Partido, del Estado y de las organizaciones de masas y sociales en las tareas de educar, informar, orientar, organizar y movilizar al pueblo apelando a la razón y a la conciencia».

En el citado documento se explicita que el Partido debe dar «una orientación y atención sistemática —en sus distintas instancias— al trabajo que realizan los medios de difusión masiva», algo que los periodistas cubanos que hemos pasado por las redacciones estatales conocemos de cerca; la famosa reunión de los lunes, donde se distribuyen las coberturas y temas, en los cuales las indicaciones del partido tienen un lugar central.

En 1991, durante el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba se reafirma a la prensa como instrumento que debía «cumplir con determinados deberes en las circunstancias excepcionales en las que vivía Cuba», reforzando la concepción verticalista y autoritaria en torno a la gestión de los medios.

Durante el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba se reafirma la concepción verticalista y autoritaria en torno a la gestión de los medios.

Ya en 2007, las Orientaciones del Buró Político del Comité Central del PCC respecto a los medios señalan que: «funcionarios de organismos estatales se arrogan la facultad de decidir sobre la conveniencia de que se divulguen o no informaciones no secretas ni de carácter puramente internos y que tienen, sin embargo, verdadero interés público».  

Es destacable que los medios impresos de alcance nacional en Cuba: Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores, sean como fieles herederos de la influencia soviética, órganos de prensa del Partido Comunista de Cuba (PCC), la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Central de Trabajadores de Cuba (CTC); organizaciones rectoras del componente ideológico, que a su vez son decisoras al estar reconocido el PCC a nivel constitucional como un organismo que está por encima del Estado. Buena parte de las organizaciones de masas y algunos ministerios cuentan actualmente con medios de prensa que les representan.

Según la académica cubana Cecilia Bobes, el discurso que se inserta después de 1959 de una prensa para el pueblo que refleje la unidad revolucionaria, viene a justificar a nivel simbólico «la cancelación de la pluralidad y la exclusión de quienes discrepan del proyecto socialista, los cuales resultan definidos como enemigos (no cubanos), y de este modo la cubanidad se delimita a partir de una elección ético-política». Coincido en que los medios oficiales han sido edificadores a lo largo de la Revolución cubana del discurso del enemigo, «los contrarrevolucionarios» y la «escoria». No obstante, esta construcción se da a tono con el momento histórico con mayor o menor intensidad.

Cancelación de la pluralidad y la exclusión de quienes discrepan del proyecto socialista, los cuales resultan definidos como enemigos (no cubanos).

Cecilia Bobes

Por poner algunos ejemplos, en el periódico Granma apareció el 23 de abril de 1980 «una antología de consignas recogidas para la celebración de la llamada “Marcha del Pueblo Combatiente”, que se desarrolló el 1 de mayo de ese año en respuesta a los sucesos de la embajada del Perú». Entre los mensajes recogidos por el diario oficial se encontraban algunos que se repiten 40 años después: «¡Qué se vayan!» «¡Gusanos, si sacan los pies se los cortamos!» «¡Qué se vayan los parásitos y la escoria!» «¡Mi ciudad más limpia y bonita sin lúmpenes ni mariquitas!» «¡Fuera las ratas!» «¡Qué tiemblen los flojos, el pueblo entró en acción!» «¡Gusanos, ratones, salgan de los rincones!» «¡Nuestra Patria limpia y pura, qué se vaya la basura!» «¡Gusano, lechuza, te vendes por pitusa!» ¡Cuba, qué linda es Cuba, sin los gusanos me gusta más!».

Varios estudiosos del sistema mediático cubano coinciden en que el trabajo de los medios oficiales en Cuba carga con deficiencias históricas, como la incapacidad de definir sus prioridades informativas, el ejercicio de la censura, el limitado acceso a las fuentes de información, la falta de creatividad en el ejercicio periodístico, la imposibilidad de responder a las demandas del público y a ello sumaría el componente ideológico de los medios, que los convierte en estructuras donde la crítica al Estado, el partido y el gobierno se limita a casos específicos de corrupción menor, y reproducción de notas oficiales después de que el funcionario fue tronado.

La crítica al Estado, el partido y el gobierno se limita a casos específicos de corrupción menor, y reproducción de notas oficiales después de que el funcionario fue tronado.

Por demás, añadiría que aproximadamente desde 2019, los medios cubanos estatales han sido cruciales en la criminalización del disenso. Programas como Con Filo, Hacemos Cuba o el Noticiero Estelar, así como, en menor medida, un grupo de comentaristas de la prensa escrita, han centrado su agenda en la denuncia de lo que ellos asumen como «contrarrevolución», categoría difusa para estigmatizar a todo el que disienta abiertamente de las políticas del PCC, sea de derechas o izquierdas.

Hasta mayo de 2023, Cuba no tenía una Ley de Comunicación que regulara el entorno mediático. Al respecto, el periodista y exrector de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Raúl Garcés, explica que este instrumento «dotaría de respaldo jurídico el desempeño profesional de los periodistas, reivindicaría a la información como derecho público y articularía de modo más orgánico las relaciones con las fuentes».

No obstante, con la aprobación de la nueva ley, no se resuelve la dicotomía de si los medios oficiales son instrumentos del Estado o tienen cierta independencia, puesto que, no solo prohíbe el periodismo independiente, sino que especifica que los medios «fundamentales» solo pueden pertenecer al Estado u asociaciones reconocidas por este, o ser comunitarios. La ley explica, además, que el objetivo de los medios nunca puede ser subvertir el orden socialista y deben registrarse en una entidad estatal.

Por demás, dicha ley prohíbe a los medios estatales alentar el odio y la violencia entre las personas, así como «acosar, coaccionar, humillar o discriminar» por motivos que incluyen la raza, el género, la etnia o la discapacidad, pero excluyen la ideología.

En su tesis doctoral, Abel Somohano señala que en Cuba existen:

  1. medios oficiales (vinculados al Partido),
  2. publicaciones religiosas
  3. medios de oposición política
  4. corresponsalías de prensa extranjera
  5. iniciativas emergentes en el entorno digital.

A pesar de que en la mayoría de los documentos programáticos que regulan la prensa «pública» cubana, se afirma que esta se debe «al pueblo», lo cierto es que en la práctica ha estado atada a los caprichos de funcionarios partidistas, en la mayoría de los casos bien alejados de los intereses de las bases populares.

Si bien algunos periodistas y directores han logrado «colar» en estos espacios trabajos críticos, palidecen ante un mar de propaganda y justificaciones cada vez más alejadas de la realidad palpable del ciudadano de a pie. Los intentos de mantener agendas cercanas a la ciudadanía de forma continuada —como trató de hacer con sus aciertos y desaciertos la Revista Alama Mater— han sido exterminados por el autoritarismo verticalista.

Los «odiadores»

Los medios digitales independientes surgen con el auge de la blogosfera en Cuba en la segunda década de los 2000. Ya desde 2016, con la visita del presidente Obama a Cuba, se apreciaba un panorama un poco más favorable para estos, y con el acceso masivo a Internet en 2018, se amplía su público.

La Constitución de 1976, en el artículo 53 «reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista» y especifica la imposibilidad de existencia de medios privados. No obstante, el artículo 55 de la Constitución de 2019 reconoce la libertad de prensa, pero continúa especificando que los medios fundamentales solo pueden ser de propiedad socialista de todo el pueblo, o de las organizaciones políticas y de masas.

Por tanto, la existencia de los medios independientes cubanos constituye en sí una dicotomía alegal en Cuba. Esa falta de reconocimiento desde la ley, pone a los periodistas independientes cubanos en una postura de vulnerabilidad. Un freelancer en Cuba se dirime entre la ausencia de derechos laborales, la precariedad económica y el acoso de los organismos de seguridad.

Históricamente la espada de Damocles de los medios independientes en Cuba ha sido la «independencia» y esta se remonta al concepto mismo de la libertad en sí. No intento escribir un tratado de filosofía, solo citaré el concepto de libertad de un amigo, un hombre común: «somos más libres en la medida en que no dependamos de otros». Como mismo el medio estatal responde a los intereses del Estado y sus funcionarios, la mayoría de los medios independientes responden a intereses de sus financiadores y dueños.

Como mismo el medio estatal responde a los intereses del Estado y sus funcionarios, la mayoría de los medios independientes responden a intereses de sus financiadores y dueños.

Con ello no voy a tildar a nadie de mercenarismo, ni voy a emitir juicios manidos empleados por el discurso oficial cubano. No obstante, es sabido que algunos de los medios independientes tienen una agenda parcializada y sometida a los intereses norteamericanos y su ética está montada en una gran falacia: «la alianza con el imperialismo para combatir a la dictadura cubana».

Esa politización, ese uso del lenguaje: «castrismo», «ciberclaria», e incluso «dictadura» fuera de contexto; es una toma constante de partido, un servir a una agenda, una hacer activismo desde los medios y, por ende, niega al periodismo en sí y la aspiración de neutralidad, o al menos de compromiso con la verdad. Por ende y, en conclusión: en el sistema mediático cubano, hay muchos sitios independientes gemelos, en prácticas, al sistema mediático oficial.

Por otro lado, existen otros medios que han apostado por un periodismo de rigor y han tomado ese financiamiento, venga de donde venga, para hacer periodismo de alto calibre. Sus agendas se centran en la Cuba que no se ve en los entornos oficiales. Estamos viviendo una época de gran periodismo en el país, de proliferación del ensayo, la crónica, la crítica de arte. Los cubanos somos expertos buscando alternativas y sacando de donde no hay; no tenemos acceso al dato por la censura estatal y aun así hacemos, con nuestras propias reglas, periodismo de investigación.

Por demás, en esta crisis migratoria es fundamental el rol del periodismo independiente cubano. Es gracias a los medios no estatales que está viva la narrativa de la migración en toda su diversidad. Hay medio pueblo fuera de la Isla que no se encuentra en los relatos de la prensa estatal. Es un patrimonio intangible y muy nuestro el de la nostalgia, es otra Cuba, que hemos sabido contar muy bien.

En esos relatos perdidos está también la cara de la pobreza, la persecución política y el conflicto. No tengo dudas de que las agendas de muchos de los medios independientes directa o indirectamente, con mayor o menor rigor, e incluso desde el activismo que señalé anteriormente, han actuado como un agente de rendición de cuentas al Estado y han obligado a sus instituciones a hablar y trazar políticas sobre problemáticas invisibilizadas completamente, antes de la existencia de estos espacios.

En esos relatos perdidos está también la cara de la pobreza, la persecución política y el conflicto.

Por ende, en el caso de los medios independientes cubanos, con sus aciertos y desaciertos, hay mayor representación de una sociedad civil heterogénea, que se decanta cada día más hacia prácticas periodísticas autóctonas.

Hace poco planteaba en mis redes sociales los siguientes retos de los medios independientes cubanos: ¿cómo responder ante la persecución política o el hacer periodismo desde la diáspora? ¿Cómo hacemos los cubanos para hacer periodismo de investigación en una sociedad de cero transparencia de información? ¿Cómo podríamos definir nuestras formas propias de hacer periodismo, partiendo de nuestra capacidad de contar y contrastar? Urge entre los medios independientes cubanos un debate sobre praxis periodística, protocolos de seguridad y nuevas narrativas.

Pedí a periodistas de diversos medios independientes que me contaran las falencias y retos de dichos medios desde sus experiencias. La mayoría coincidió en que en primera instancia los medios independientes son un fenómeno cuya legalidad es ambigua y Cuba carece de un marco legal que incluya protecciones y responsabilidades, y que no convierta la prensa independiente en delito.

Los entrevistados señalaban también un problema de legitimidad que se traduce en la imagen que sus propias agendas y financiamientos les da ante los lectores. La vulnerabilidad económica de los periodistas es otro de los problemas mencionados, ya que estamos sujetos a intereses gubernamentales y conflictos trasnacionales. Por demás, no existe un mercado interno de información que financie desde la ciudadanía a los medios, ni dentro, ni fuera de Cuba. La ausencia de medios comunitarios es otro de los elementos a tener en cuenta. Esta preocupación económica es también compartida por los periodistas de medios estatales.

No existe un mercado interno de información que financie desde la ciudadanía a los medios, ni dentro, ni fuera de Cuba.

Otra de las preocupaciones de los periodistas gira en torno a las narrativas de los medios y el carácter oportunista que tienen en muchos casos, es decir, la manipulación de las audiencias desde el enfoque afectivo de la noticia. A ello añadiría la proliferación de noticias falsas y la falta de rigor y contrastación en muchos casos.

La censura del Estado cubano nunca debería ser justificación para mentir desde los espacios independientes. Con cada noticia falsa o engañosa que se publica, se alimenta la legitimidad de quienes la utilizan como punta de lanza para justificar un modelo de prensa autoritario y alejado de los intereses ciudadanos.

Ser cubano es hoy todo un reto. Nuestra realidad diaspórica, precaria, particular y adversa pone a los periodistas, sean independientes o no, en dilemas éticos y posturas desfavorables para una praxis coherente. Solo nos queda la resiliencia y el sacerdocio que es ser periodista. Entre «clarias y odiadores» nos entendemos. Hay buenos y malos en ambos bandos, pero todos sabemos que, bajo la balacera, nuestros lectores son la razón más poderosa.

5 COMENTARIOS

  1. La Revolución, toda vez devenida tiranía comunista, aplastó todo tipo de libertad de prensa, y convirtió la magnífica y plural prensa republicana en un conjunto de propaganda coordinada desde el PCC, y a ese engendro no puede llamarse prensa pública, en todo caso prensa partidista. Como normal reacción a tal situación, la prensa «independiente» suele también estar parcializada y reflejar mal la realidad, con destacadas excepciones como este medio por ejemplo. De manera que el público ha desarrollado la habilidad de confrontarlas, batirlas y filtrarlas para intentar salvar alguna verdad.

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Lisbeth Moya González
Lisbeth Moya González
Periodista y escritora marxista cubana

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