Rodajes (I)

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Toda vez que voy entrando en la edad en que es conveniente empezar a escribir tus propias Memorias antes de comenzar a perder la ídem, pero una voz dentro de mí (eso sí, cada vez más débil) me asegura que todavía no es para tanto, he decidido no acometer aún el proyecto cabal, pero ir narrando algunas anécdotas por si acaso me esquivaran más tarde. Por consiguiente, aquí les van algunas del ámbito cinematográfico.

Sabed, oh mis buenos lectores, que por regla general aquellos que dirigen cine no ven con muy buenos ojos que el guionista merodee por el set. Claro, a veces la amistad los obliga, y ahí está uno para abusar descaradamente de ella. Entonces, inclino la cerviz y lo admito: algunas veces asistí a la filmación de una película ajena cuyo guion había coescrito, para ver cómo se materializaba lo que asenté previamente en papel, para aprender de cine… y porque la comida que daba el ICAIC solía ser buenísima.

-En una ocasión, durante el rodaje de Kleines Tropikana (Daniel Díaz Torres, 1997), se preparaba una escena sencilla, en que la actriz Carmen Daisy debía atrapar un osito de la máquina expendedora de peluches. Ahora bien, al llegar allí, Daniel daba por sentado que existiría alguna artimaña para que la garra mecánica capturase un juguete concreto, de modo que, aunque el asunto había sido previamente acordado con las autoridades del lugar, no se le ocurrió preguntar por ese detalle… y los empleados, contritos, le explicaron que no, que de truco nada, o por lo menos ellos no sabían que existiera.

Los asistentes probaron varias veces, y no había forma de atrapar el puñetero osito, sea porque la garra no estaba bien calibrada, porque hace falta determinada pericia para lograrlo, o simplemente porque el cliente se contenta con aquello que pueda agarrar, ateniéndose al principio de Lo que te den, cógelo. No podemos detenernos por esto, comentó Raúl Pérez Ureta, el director de Fotografía, hay un montón de planos programados para hoy. Daniel suspiró y dijo Bueno, vamos a hacerlo. Dio las órdenes, Carmen Daisy se acercó al aparato, accionó el mando… y la garra asió al bicho peludo, y comenzó a levantarlo.

No lo he dicho aún, pero aquello se filmaba en el lobby de un hotel, con un montón de asistentes desplegados para que nadie hiciera ruido, cosa que solo era controlable hasta cierto punto, porque afuera estaba la calle y el no muy abundante, pero ciertamente ruidoso, tráfico habanero. A ver, el plano no llevaba diálogo, así que incluso si alguien metía la pata se podría haber reconstruido más tarde el ambiente sonoro, pero el auténtico temor era que cualquier sonido inesperado desconcentrase a la actriz, hiciese vibrar su mano, el úrsido lanudo fuese a parar al fondo con sus humildes congéneres, y el milagro no se repitiera. En consecuencia, durante los breves segundos en que el afelpado plantígrado pendió del brazo mecánico, nadie respiró siquiera. Alguien va a soltar un resoplido de júbilo o decir ¡! o ¡Ñó! o algo por el estilo, pensé, pero no, no hubo ningún sonido que lo jodiera todo.

 El plano salió ahí, en la primera toma.

-Mientras trabajaba en el guion de La vida es silbar (cuya primera versión escribieron Fernando Pérez y el nicaragüense Humberto Jiménez, pero que el primero me confió cuando el segundo no pudo continuar en el proyecto), yo le iba consultando al director, como es natural, lo que había redactado, y entonces sosteníamos debates y se nos ocurrían cosas y yo me iba a casa y las componía, y se reanudaba el ciclo. En una de esas, Fernando me dice que teníamos que encontrar un elemento que mostrase cómo el personaje de Chrissy, interpretado por Isabel Santos, y Elpidio (Luis Alberto García) se iban enamorando a lo largo de varios encuentros, algo visual que no fuera que uno de los dos dijera Me estoy enamorando de ti u otra cursilada de esa guisa. Esa noche me rompía la cabeza con el tema, hasta que Martha, mi esposa por entonces, se me acercó y me preguntó lo que sucedía. Se lo dije; ella meditó un momento y replicó: ¿Y por qué no le llena la casa de maticas? Aquello me pareció brillante, y por suerte a Fernando también, de manera que en la película se advierte que la habitación de él se va transformando en una suerte de paraíso tropical, una jungla donde en cierto punto se escuchan pajaritos y todo.

Eh, por cierto, Kleines Tropikana estuvo nominada a los Premios Goya en 1997, como Mejor Película Extranjera, y La vida es silbar obtuvo ese premio al año siguiente.

-En 2012, Gerardo Chijona (para quien yo había escrito Perfecto amor equivocado [2004] y hecho alguna otra cosilla) me confió un pequeño papel en Esther en alguna parte, la película que a la sazón filmaba. Mi personaje era el director de un programa de la televisión cubana —algo en la cuerda de San Nicolás del Peladero— al cual asisten los dos protagonistas, nada menos que Reynaldo Miravalles y Enrique Molina, y donde se encuentran con una cantante interpretada por Eslinda Núñez, que le lanza un vaso de agua al segundo en plena cara y en vivo. Yo no tenía líneas de texto, solo un par de reacciones, pero por aparecer en la misma escena con esos tres dioses del cine cubano habría aceptado colgar bocabajo de una lámpara cortocircuitada. De hecho, tras un par de tomas Chijona me dijo que estaba sobreactuando… y probablemente era cierto, porque empecé a improvisar diálogos con Eslinda, que en ese plano caminaba a mi lado en tanto los otros dos venían un par de pasos detrás. En fin, que me callé, gesticulé lo suficiente para mostrar la perplejidad y el encabronamiento de mi diminuto personaje ante lo sucedido en el plató… y ahí estoy, de los 22:22 a los 22:40, esto es, durante dieciocho gloriosos segundos, junto a algunas de las figuras más admiradas de nuestro Arte.

Bueno, si les gusta lo escrito más arriba, habrá más en el futuro. Eso, claro, si no se me olvida.

3 COMENTARIOS

  1. Escriba pronto y antes de que olvide profesor. Realmente una delicia las anécdotas y su manera de contarlas le aportan un «plus» cómo se dice ahora pero que para mí sigue siendo un «extra» . Ya usted «se» está debiendo («nos» está debiendo) al menos dos libros para mí muy útiles, el primero sería una compilación de sus artículos en LJC y el otro el de anécdotas cinematográfica, serán muy útiles, los dos, para todo aquel que pretenda incursionar en el mundo del cine, los que no saben de esa universo ni imaginan los encontronazos y entuertos que implica hacer una película y que muchas veces es una especie de «salto al vacío» para el realizador o guionista por todo lo que en ella empeña y sacrifica, muchas gracias otra vez.

  2. Siempre es muy útil conocer las interioridades de las producciones cinematográficas porque ilustran muchas veces cómo se llega a determinadas soluciones o caminos dramatúrgicos o estéticos. Muchas gracias.

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Eduardo Del LLano
Eduardo Del LLano
Escritor, guionista y director de cine cubano

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