Selling Sellers

Críticos y testigos coinciden en señalar la destreza de Peter Sellers para convertirse en los personajes que interpretaba

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Todo el mundo conoce a la Pantera Rosa.

Hace poco, hablando de Pierre Richard y Gene Wilder, dije que, como Cantinflas, aquellos tenían la virtud de salvar con sus interpretaciones películas no exactamente buenas. Algo así, y en grado superlativo, puede decirse de Peter Sellers.

Blake Edwards no era un genio, o en todo caso fue un director desigual: si por un lado nos entregó Breakfast at Tiffany’s (1961) y Days of wine and roses (1962), por otro dejó atrás un montón de títulos que rezuman slapstick, con argumentos que envejecieron rápido y mal. Está claro que la comedia con ribetes intelectuales no era lo suyo. La saga de la Pantera Rosa es un buen ejemplo: comenzó bastante bien, pero el realizador se empeñó en sacarle el jugo incluso después de la muerte de Sellers (y no solo él: Freleng y Pratt hicieron lo mismo con el felino de animación que aparecía en los créditos iniciales). A mi modo de ver, las tres primeras películas con el inefable inspector Clouseau son las mejores: The Pink panther (1963), A shot in the dark (1964) y The return of the Pink Panther (1975). Vale decir que algunos de los personajes secundarios, como el sufrido inspector Dreyfus (Herbert Lom) y el desmañado asistente Cato (Burt Kwouk), son tan memorables como Clouseau, aunque el tono general escore demasiado hacia la farsa básica.

Ahora bien, Peter Sellers fue bastante más que eso. Y a quien lo dude, lo invito a ver Being there (Hal Ashby, 1979), una de las mejores sátiras políticas jamás filmadas, y que habría naufragado inevitablemente sin la pasmosa interpretación de Sellers como Chance, el jardinero. Y si eso no le basta, que busque otra sátira política igualmente genial y también bendecida con la presencia del actor: Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (Stanley Kubrick, 1964).

Recuerdo haberme desternillado, cuando estudiaba en la Lenin y nos ponían películas en el anfiteatro, con una comedia inglesa cuyo nombre en español era El quinteto de la muerte (The ladykillers, Alexander Mackendrick, 1955): el contrapunto entre aquella viejecita inocente y los avezados criminales que no se atreven a enfrentarla generaba situaciones divertidísimas. Bueno, pues uno de los cinco delincuentes (junto al gran Alec Guinness y el mencionado Herbert Lom) era un juvenil Peter Sellers. Proveniente del Goon Show, programa de radio de inmensa popularidad en Inglaterra (sin ir más lejos, los Beatles y Monty Python lo mencionaron entre sus influencias formativas) el éxito de esta película demostró que no solo era capaz de hacer imitaciones y voces divertidas.

Críticos y testigos coinciden en señalar la destreza del actor para convertirse en los personajes que interpretaba, hasta el punto de que algunos, incluido él mismo, han afirmado que el individuo Peter no existía como tal, sino que siempre se refugió tras un personaje u otro. Eso, sumado al hecho de que fuera capaz de imitar los más disímiles acentos, incluso numerosas variantes del inglés británico (ver los extras de Dr Strangelove y algunas entrevistas disponibles en Youtube) propició que, apenas su fama comenzó a extenderse, varios realizadores no solo del Reino Unido, sino de otros países quisieran trabajar con él.

Stanley Kubrick le ofreció un papel en Lolita en 1962; luego repetirían en Dr Strangelove, en la cual el británico interpreta tres personajes diferentes. Fíjense, a los 1:30:40, como el actor que encarna al embajador soviético (Peter Bull, situado a la izquierda de Sellers desde el punto de vista del espectador) no puede evitar sonreír ante la actuación de aquel como el científico nazi que da nombre a la película… y hasta el final de la escena aguanta heroicamente la risa.

Vittorio de Sica lo contrató en un par de ocasiones (Caccia alla volpe, 1966; Sette volte donna, 1967). En esta última compartiría uno de los episodios con Shirley McLaine, estupenda actriz con quien volvería a trabajar en Being there.

En 1969 el escocés Joseph McGrath lo recluta para The Magic Christian, donde comparte protagonismo con Ringo Starr (y participan, entre otros, Raquel Welch, John Cleese, Roman Polanski e incluso Yul Brynner interpretando a un cantante travesti). Luego, durante las sesiones de Get Back, el batería lo invitó al estudio a encontrar a los demás Beatles. Curiosamente, ahí se le notaba incómodo, y las observaciones sarcásticas de Lennon no contribuyeron por cierto a hacerle sentir relajado. Un hecho curioso es que su relación con la banda comenzó un poco antes, en 1965, cuando participó en el programa de Granada TV The music of Lennon & McCartney declamando la letra de A hard day´s night, en abierta parodia al Richard III de Laurence Olivier…

Por solo citar algunos, Sellers trabajó con los directores norteamericanos John Huston (Casino Royale, 1967), Blake Edwards (en la serie de la Pantera Rosa y además The party [1968], dando vida a un actor hindú a la vez pésimo y entrañable), Richard Quine (The prisoner of Zenda, 1979), Hal Ashby en Being there y Robert Moore en la curiosa Murder by death (1976) donde encarna a un detective chino, dentro de un reparto coral en el que descubrimos nada menos que a Truman Capote. Entre las actrices con que trabajó se encontraban la italiana Sophia Loren (The millionairess [Anthony Asquith, 1960]), de quien se enamoró hasta acosarla, y la sueca Britt Ekland, con quien estuvo casado cuatro años.

En 2004, Stephen Hopkins dirigió The life and death of Peter Sellers, donde el australiano Geoffrey Rush interpreta a aquel, y se hace énfasis en su inseguridad y sus problemas con las mujeres. Casado cuatro veces, su primer divorcio fue de la austriaca Anne Howe, con quien tuvo dos hijos a los que maltrataba. Según la Ekland, que lo conoció bien, tenía una personalidad bipolar y era sumamente controlador. En este sentido, es significativo que en la mayoría de sus papeles no solo es otra persona, sino otra persona que, a la vez, se disfraza. Consumía alcohol y drogas, y hay diversos testimonios que aseveran cuán difícil resultaba trabajar a su lado; con Blake Edwards, por ejemplo, tuvo una ruptura que duró varios años. Su comportamiento y estilo de vida le acarrearon problemas financieros, de manera que a menudo tuvo que aceptar papeles en proyectos mediocres, donde es él lo único rescatable. Tuvo una breve reconciliación con su hijo Michael y admitió que odiaba muchas de las cosas que hizo; para empezar, odiaba a Clouseau. Murió de un ataque cardíaco en 1980, en Londres, a los 54 años. No era, evidentemente, un hombre de trato fácil. No fue un buen padre, un buen esposo, un buen colega. Eso sí, fue un actor prodigioso, y lo mejor de él está en sus películas, que no lo salvaron de sí mismo, pero nos hacen mejores a nosotros.  

1 COMENTARIO

  1. Gracias profesor por dar esas coordenadas sobre un actor que siempre me produjo una «incómoda fascinación». Nunca estuve segura de si me gustaba o no y la vez no podía dejar de mirarle, era un actor caóticamente orgánico y convincente en una desmesura muy suya que por momentos me desconcertaba y me hacía morir de la risa. Una carcajada en su memoria.

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Eduardo Del LLano
Eduardo Del LLano
Escritor, guionista y director de cine cubano

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